viernes, 4 de octubre de 2024

Población en riesgo de pobreza relativa por nivel de educación: Análisis de la brecha de género

 

Presentando un aspecto donde podemos observar donde se pone de manifiesto el riesgo de pobreza relativa por nivel de educación, comparamos los diferentes riesgos entre hombres y mujeres, por el nivel de educación en el periodo 2008 – 2022, de acuerdo con los datos publicados por el INE que podemos encontrar en la web (https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INESeccion_C&cid=1259925418075&p=1254735110672&pagename=ProductosYServicios%2FPYSLayout&param1=PYSDetalle&param3=1259924822888 )

De acuerdo con el método de análisis, debemos conocer una serie de conceptos para poder realizar el análisis de los datos. De esta manera, el Umbral de riesgo de pobreza para el conjunto nacional en un año determinado se calcula como el 60% de la mediana de los ingresos anuales por unidad de consumo (o renta equivalente) de todos los hogares a nivel nacional.

Para una mejor comparación de los ingresos de distintos tipos de hogar (nº de personas y edades) se utiliza el concepto de renta equivalente. La renta equivalente de un hogar se calcula dividiendo la renta disponible total del hogar por el número de unidades de consumo equivalentes que lo componen y esta renta se asigna por igual a todos los miembros del hogar.

De acuerdo con estas definiciones que da el INE, se presentan tres gráficos según el nivel de educación, agrupando la población por edades en un rango amplio (18 – 64 años), y separando los índices de hombres y mujeres para poder realizar la comparativa.

Los gráficos de riesgo de pobreza relativa por nivel de educación son los siguientes:

Gráfico 1:



Gráfico 2:

Gráfico 3:





A simple vista se puede observar que el riesgo de pobreza relativa decrece conforme aumenta el nivel de educación durante todo el periodo, pero nuestro análisis se centra en que, salvo en 2012 en el nivel superior de educación, el riesgo de pobreza relativa siempre es superior en mujeres que en hombres. La evolución presenta una tendencia parecida al ciclo económico, incrementándose la brecha de género en los últimos años en todos los niveles de educación.


Esta brecha es explicable por diferentes estereotipos de género aplicados a la mujer tanto en el ámbito de la familia, como en la educación y en el ámbito laboral.


Estereotipos familiares que imponen a la mujer un rol de cuidadora de los miembros de la familia, así como la presión social que llevan a la mujer a abandonar o suspender su carrera profesional durante la crianza de hijas e hijos reducen las posibilidades de la mujer de avanzar en el mundo laboral frente a estereotipos del hombre como proveedor de recursos. La presión social hace que, incluso en caos en que las remuneraciones de la mujer son ligeramente superiores a las del hombre, en parejas heterosexuales, sea esta la que opta por pausar su carrera profesional y dedicar unos años al cuidado de la prole.


Esta misma presión social hace que las mujeres se dediquen en un mayor porcentaje a áreas con remuneraciones menores, como son el cuidado de personas y sectores terciarios complementarios con menores remuneraciones.


Así, la presión social y familiar reduce los ingresos propios de mujeres tanto en el ámbito laboral, como en el familiar, haciéndolas más vulnerables al riesgo de pobreza relativa en todos los niveles de educación.


Las estrategias para paliar este riesgo pasan por un cambio social en todos los niveles centrados en una educación que borre estos estereotipos de género. Sin embargo, esta estrategia es costosa y sólo es planteable a largo plazo.


Para medidas inmediatas, tanto para la reducción del riesgo para hombres y mujeres en general, y para mujeres en particular, son la implementación de políticas de ayudas dirigidas a complementar las rentas de familias en riesgo, imponiendo indicadores de género en la valoración de las solicitudes y priorizando familias monoparentales, donde el número de madres solteras supera con creces al de padres solteros, y son además especialmente vulnerables a la pobreza relativa.


Otra medida muy útil es la potenciación de mujeres para estudios en los que claramente predominan hombres mediante un programa de becas complementarias, además de las ya existentes, para mujeres donde el porcentaje en el sector sea inferior al 40%, y para hombres en los estudios donde estos representen menos del 40 % del total del sector.


Este mismo sistema sería de aplicación a ayudas a las empresas que contraten mujeres en las que su participación esté por debajo de estos porcentajes para facilitar la entrada de mujeres en sectores de alta remuneración y donde ahora predomina el género masculino.


(*) Todos los gráficos han sido generados desde la web del INE.

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